Los dichos populares gozan de siglos de tradición que los hacen merecedores de credibilidad. Cuando dicen que del amor al odio hay un paso no se equivocan. Y, a veces, ese paso es muy pequeño.
Los padres de hijos aborrescentes deberían tener una medalla al mérito. Igual que los pacientes con seguro privado deberían tener una rebaja en la cuota de la seguridad social. O una palmadita en la espalda, que tampoco viene mal de cuando en cuando.
Al César lo que es del César, que decían esos locos romanos de Astérix.
Si tu hijo o hija aún no te ha mirado con los ojos vacíos de quien no te conoce de nada, deja de leer. Este post no es para ti.
Justo en el momento en el que más perdida te encuentras, el Gran Hermano de la red de redes te abandona a tu suerte. Y lo necesitas. Te lo garantizo.
Aquel retoño adorable, con su olor a leche caliente o galleta recién horneada, te mira desafiante desde su cárcel hormonal y tú no sabes cómo actuar.
Tu hijo ha dado el salto del amor al odio y tú no te has coscado.
Si te encuentras entre el grupo de las madres pacientes, estás de enhorabuena. Esa virtud juega a tu favor. Vas a utilizarla hasta desgastarla, pero te hará ganar tiempo.
En las fases iniciales de la etapa adolescente, más perdida que un pulpo en un garaje, tratarás a tu cachorro como lo hacías hasta entonces. Y te castigará con el látigo de su crueldad. No sé de dónde sacan tanto rencor acumulado, pero lo tienen a toneladas. Si trabajas en el sector de la creación de contenidos de ficción, no desperdicies sus ataques de maldad: pueden ser el germen del guion de una gran serie para Netflix, con varias temporadas.
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre la duración exacta de esta etapa de la vida. Lo cierto es que con cada generación que pasa, se alarga un poco más. Empieza antes y acaba más tarde. Justo a la inversa de lo que ocurre con la paciencia de los sufridos padres.
De tal forma que, con un poco de mala suerte, puedes pasarte los mejores años de tu vida lidiando con unos hijos a los que no entiendes aunque vinieran con manual de instrucciones. Por mucho que te esfuerces. Y cuando llegas a la jubilación ellos ya habrán abandonado la adolescencia y se independizarán, dejándote totalmente desfondada, ahora que por fin puedes dedicarte a vivir sin más.
Si has sido capaz de no caer tú también en el tópico de ese corto pasito que te lleva del amor al odio hacia tus hijos, al menos tendrás una buena relación vía Whatsapp con ellos.
Con audios, claro, a ellos les cuesta escribir. No como a ti, que te han convertido en autora de best sellers gracias a las anécdotas que te han hecho vivir y que, o las escribías, o acababan con tu salud mental.
Los padres adolescentes estamos tan gastados que ni siquiera somos capaces de tener la iniciativa de montar un lugar de encuentro para llorarnos nuestras penas en modo colectivo.
Seguro que todas conocéis esa magnífica iniciativa que es el Club de las Malasmadres. No encontrarás apenas alusión a hijos aborrescentes. Casi todas las entradas de la web tratan de bebés, o niños en edades más o menos manejables. El mayor de los problemas que te plantean esas adorables criaturas es la conciliación, que es un PROBLEMÓN tenga la edad que tenga tu hijo, pero nadie habla de los presupuestos astronómicos en tratamientos antiacné, ni de la necesidad de hacer un curso de contraespionaje para saber sobre la vida de tu aborrescente sin atentar contra su intimidad.
No hay huevos para perder el poco tiempo libre que te queda para contarle tu agotadora experiencia al resto de padres. Cada palo que aguante su vela. Total, si cada hijo rompe el patrón educativo para el siguiente, ¡como para que le valga el traje a un miembro de otra familia!
Yo quiero ser magnánima y contaros el gran secreto para sobrevivir a esta eterna etapa:
El tiempo todo lo cura.
Lo que probablemente no tenga cura sea el tiempo que inviertes en sobrevivir a la adolescencia de tu retoño.
Pero ¡recuerda!: cuando menos te lo esperes el patito feo se transformará en un hermoso y maduro cisne que te dará muchísimas satisfacciones. Aguanta el tipo, merece la pena.
¿Vuestros hijos son adolescentes o aborrescentes?