No confundamos que te veo venir... No se trata de jugar a ser sexador de novelas como si de pollos se tratara, sino de saber incluir una novela dentro del género que le corresponde.
Pongamos un par de ejemplos: hace pocas semanas compartía con vosotros las nuevas novelas románticas que han aparecido en el panorama literario hace pocos años. Son romances, sí, pero con un alto volumen de escenas tórridas con el empotrador escocés de turno. Con ellas en la mano, dudaría si ubicarlas en la R de romántica o en la A de adultos. Al final están en la E de empotradores. No podía ser de otra manera.
También podría exponer el caso de otras de mis novelas favoritas, las protagonizadas por adolescentes. Digamos... Bajo la misma estrella. ¿Es una novela juvenil? ¿Es de misterio? ¿romántica? ¿dramático-lacrimógena? ¿Todo a la vez?
¿Y qué podemos decir de Las ventajas de ser un marginado? Puedo catalogarla en tantos estantes... ¿Romántica juvenil? ¿Novela protesta? ¿Contemporánea llena de temas delicados?
Parece fácil, pero desde ya te digo que es una tarea harto complicada. Empezando por las propias, a las que nunca sé cómo catalogar. Y es muy importante acertar si quieres que alguien te lea.
Pero no he venido a hablar de mi libro. Insisto, no todavía, sino de las últimas novelas que me he leído y cuyo género no sabría descifrar.
Como ya he dicho en alguna ocasión, soy una mujer de contrastes, y lo mismo me da por leerme el catálogo de Ikea y memorizar nombres suecos, que ojear el Quijote.
Y has leído bien, solo O-J-E-O la obra del genial Cervantes, me siento incapaz de hincarle el diente. ¡Y eso que soy manchega!
Desde que estoy inmersa en la escritura me he vuelto una lectora aún más voraz que antes. Trago libros. Y el atracón me permite compartir en este blog mis últimas adquisiciones y préstamos (que estamos en la era de la no posesión).
¡Empezamos!
Morir por la cima, de Carlos Suárez. Si no conoces al autor, ya puedes ir buscándolo en tus redes sociales. Carlos es un montañero, alpinista, escritor, cineasta… un hombre del Renacimiento. Este libro, que podría catalogarse de ¿autobiografía incompleta? le sale de lo más profundo de las entrañas. De la necesidad de explicar cómo y por qué llegó a jugarse la vida en cada escalada. En su vida se juntan rostros conocidos como Darío Barrio, aquel chef televisivo que nos dejó volando como un pájaro. Carlos era su amigo y compartieron muchas experiencias. Si crees que estoy inclinando mucho la balanza en favor de Carlos Suárez, no te equivocas. Aparte de todo lo anterior, es una gran persona y un poco amigo.
Incluso sin ser amante de las montañas, esta historia te tocará el corazón. Como muchas otras historias, también hay película, pero como ya he dicho otras veces, eso es tema de otro post…
Yo soy ellas, de Cruz Galdón. Cruz ha entrado en el mundo editorial por la puerta grande. Esta es su primera novela y los medios no dejan de hablar de ella. Una de las declaraciones que más me ha impactado reza de ella “que es una escritora novel pero que podría aspirar al Nobel”. Y ahí te quedas tú digiriendo la frase y tratando de colocarte tú en algún rincón libre.
En esta novela Cruz reflexiona sobre las mujeres de su pasado y que han marcado su esencia, su manera de actuar y de sentir. Tres generaciones de mujeres andaluzas llenas del coraje suficiente para defender lo suyo con uñas y dientes.
Con un lenguaje intimista que te envuelve, te sentirás parte de una historia que podría ser la de todos y cada uno de nosotros.
Voy a poner Yo soy ellas en el estante de novelas costumbristas. Si la lees, que deberías hacerlo, y no estás de acuerdo, házmelo saber.
Esto te pasa por influencer, de Abel Arana. Como no podía ser de otro modo, esta novela es Abel en estado puro. Hace años que me ganó como seguidora incondicional, y no precisamente por sus trabajos como presentador online de realities televisivos.
Abel es crítico y ácido y lo hace con una inteligencia y una gracia que enamora. Su repaso semanal al buque insignia de las revistas del hígado, es tronchante. Sobre todo la sección de las casas de esas famosas que no conoce nadie que no salga en dicha revista de papel couché.
Pues, fiel a su estilo, Abel ha creado un relato hilarante de una cateta de pueblo recién llegada a la capital con su sobrepeso y que de la noche a la mañana se convierte en la Influencer de moda. No nos engañemos, detrás de tanta risa y de un perro parlanchín, hay una crítica brillante de muchas de las tonterías que mueven hoy los contenidos de muchos medios de comunicación. Una sátira divertida, pero con recado.
Recomendable y ligera.
El libro de Vladimir Kuprin, de Simón Hergueta. Este libro es de los que me cuesta colocar en un estante concreto. ¿Es un thriller psicológico?, ¿una novela futurista? Lo que sí tengo claro es que me atrapó.
Una escritora, víctima del síndrome del impostor, recibe un premio inesperado: un retiro en una comunidad perdida para escribir sin interrupciones. Pero el pequeño pueblo no es tan tranquilo como cabría esperar. Los habitantes tienen un toque siniestro y parecen esconder un gran secreto.
No te cuento más, mejor descúbrelo.
Las brujas de hoy no necesitan escoba para volar ,de Elisa Mayo. Descubrí a la autora por Instagram. Siendo sincera, el título no me atraía mucho, pero pudo más la curiosidad que el título y finalmente sucumbí. La historia me gustó. Esta sí que tengo claro en qué estante debe permanecer, en el de la nueva romántica con empotrador incluido. De grado máximo. Pero también hay mujeres independientes, amigos incondicionales, adolescentes peleando por su lugar en el mundo, aunque no me puedo quitar de la cabeza las escenas tórridas. Que están muy bien descritas.
No es mi género favorito, pero está muy bien escrito. La autora cuenta con dos novelas más que habrá que leerse, a ver si me hace sentir cosquillas también.
Hasta aquí mis libros de enero y febrero. Me encantaría saber si te has leído alguno de ellos o si te animas a acercarte a alguno.