Todo, absolutamente todo en la vida, tiene variedad. Hay diferentes tipos de pasta, de piedras preciosas, de cuerpos y de gustos.
No me importa si suena frívolo, soy una ferviente defensora de que en la vida hay que probar de todo y de lo que te gusta repetir. Y eso se puede aplicar a las relaciones. No me parece acertado quedarte con lo primero que se presenta en tu vida. Me entran escalofríos solo de pensar que yo hubiera terminado casada con mi primer novio...
¡Qué repelús!
Y habría dado lugar a mucha literatura posterior ya que compartía nombre con mi padre, lo que resulta hasta incestuoso. No por nada, pero el nombre de mi querido progenitor es de esos con tendencia a desaparecer por anticuados. ¿Te imaginas ponerle a un hijo Anacleto? ¿Toribio? ¿Segundo? Ya nos vamos entendiendo.
A veces, cuando converso con mi hija aborrescente y me suplica que le cuente anécdotas de mi vida antes de que ella existiera, hemos hablado sobre los chicos con los que salí hasta llegar a su padre.
Debería empezar diciendo que el concepto de "salir con un chico" que manejo en mi cerebro no tiene ninguna similitud con el suyo. Cuando yo era una adolescente con enormes gafas y un look moderno y perfecto gracias a la tienda de moda de mi madre, cualquier tipo que me besara una vez era automáticamente añadido a la lista de novietes.
Por eso tengo una lista de relaciones más larga que la de la compra del Carrefour.
Porque entonces un novio no tenía las implicaciones de ahora. Nuestros jóvenes solo adjudican el calificativo de novio cuando la relación está próxima a pasar por la vicaría, la convivencia o la firma en el ayuntamiento. Mientras tanto creo que he oído que son amigos.
Aunque yo con mis amigos no hago según qué cosas...
El caso es que, en una de esas conversaciones en las que repasaba los muchos chicos que habían pasado por mi vida dejando una profunda huella (no recuerdo los nombres de la mayoría), cuando hablaba de ellos me asaltaba la imagen en función de la relación que hubiera tenido con ellos, y me han entrado unas ganas terribles de compartirlo contigo.
Categorías de relaciones según la vida amorosa de esta que escribe:
sí, suena raro, pero así soy yo. A estas alturas ya deberías haberte dado cuenta. Los hombres tanga son esos que sabes que te quedan bien con unos vaqueros ajustados pero que te van a dar por culo mientras los lleves puestos.
Dicho de otro modo, cuando sales con ellos tienen la capacidad de hacerte sentir terriblemente sexi, como un bonito tanga que, independientemente del tamaño de tu trasero, en tu imaginación te hace unas nalgas tersas y muy bien puestas.
A esta clase de tipos no les hace mucha gracia que nadie más te vea sexi, a pesar de que sean ellos los que hacen que tú brilles, y no paran de dar por culo hasta que apagan hasta la linterna de tu móvil.
He oído que en algunas culturas lo llaman novio celoso, pero me gusta más la imagen del tanga molesto, sobre todo a partir de una cierta edad en la que tu culo dice basta de intromisiones.
no sé a tí, pero a mí, mi ginecóloga me ha recomendado en repetidísimas ocasiones que utilice solo ropa interior de algodón. No hace falta que entre en detalles del porqué, ¿me equivoco?
Con ellas te sientes limpia, cómoda, y segura. Como en un anuncio de una compresa o un tampón pero en versión textil.
Y a pesar de lo terriblemente a gusto que estás con ellas puestas, no te gustaría tener un atropello en un paso de peatones el día que las cogiste del cajón y las combinaste con un vestido vaporoso... ¿No te decía tu madre lo mismo cuando pretendías ponerte las braguitas más viejas que tenías?
Yo he crecido con un trauma terrible pensando que todos los conductores que paraben en el paso de cebra para permitirme el paso lo único que perseguían era darme un toquecito que me derribara y poder verme las bragas... Porque en este caso la sangre no importaba, lo realmente crucial era llevar ropa interior limpia.
este tipo de prenda la he conocido por obligación cuando mi amiga menstruación se fue de vacaciones al Caribe... para siempre. En su lugar, para que no la olvidara jamás, me dejó una barrigota cervecera que yo he cultivado con admiración. Nunca se me dio bien multiplicar mis esfuerzos en varias tareas. Centrarme en no tener depresión post menopausia y no cortarme las venas con la entrada en la adolescencia de mis hijos ya fue más que suficiente.
Pero cuando quieres lucir palmito, a veces necesitas un poco de ayuda. El primer día que me enfundé en una faja mi marido me tuvo que hacer el boca a boca. Y no era una técnica de sedución porque el siguiente paso que pretendía dar era rajar la faja.
¡Y una mierda! Tú ahí no bajas con unas tijeras, cariño, que a pesar de ese feo color carne me ha costado un dineral.
Pues también hay relaciones que te ahogan, te asfixian, te dejan sin aire constantemente...
En ocasiones se disfrazan de exceso de atención, otras de exceso de amor, pero siempre empiezan por un témino tóxico: EXCESO.
En estos casos solo queda huir para salvarse. Estás advertida.
seamos realistas, cuando eliges esas braguitas llenas de encaje, no lo haces con intención de ir a misa...
Normalmente, y salvo contadísimas excepciones, la ropa interior de encaje pica. Y rascarse el unicornio en público no está socialmente aceptado. Así que buscas quien te lo rasque desesperadamente.
Pues lo mismo ocurre cuando eliges un tipo que te pica mucho y que solo quieres rascarte contra su árbol.
Es solo atracción sexual. Te pone perraca, pero no serías capaz de aguantar una cena con él, ni en el Burger King con el aire acondicionado más fuerte de lo normal, que ya es decir...
Por último, la categoría de relaciones personales me trae a la cabeza el hombre body: estas prendas son bonitas para quien las ve, tienen muchos usos (como el de taparte los riñones cuando se te enfrían, sustituir el sujetador si tienes suerte de tener poco pecho, imitar el efecto de una camiseta que no se sale por mucho que bailes como Bridget Jones borracha...)
Pero también cuenta con varios inconvenientes para quien las viste. Los cierres te pueden provocar rozadura o molestias en el unicornio si lo llevas con vaqueros, por ejemplo. A veces no aciertas con la talla correcta y cuando te lo pones tu espalda se curva en una antiestética chepa porque el body te tira de talle.
Algunos hombres también son encantadores para las visitas, pero en casa son para encerrarlos. Te rozan, curvan tu espalda del peso que supone aguantarlos... ¡Son tan pesados!
Voy a enviar este post a mi hija, y a las amigas de mi hija, que espero que a su vez lo compartan con otras amigas. A veces tengo la terrible sensación de que su generación no ha avanzado mucho respecto a la nuestra en relaciones de pareja, y sinceramente, me niego a que hagan el tonto de esa manera.
Si tu relación se parece a alguna de estas, ¡escríbeme!
Si te sientes más identificada con los calcetines, medias, pantis o leotardos, ¡escríbeme!
Si la vida te ha sonreído y nunca te has visto en la tesitura de comparar tus novios con nada, ¡escríbeme!
Nos vemos en la próxima.