Perdona que me haga la listilla, pero yo ya hace tiempo que indago en las redes para encontrar los mejores trucos de belleza caseros. Y probarlos, que eso ya es ser más valiente que Batman.
No queréis creerme cuando os digo que soy muy intrépida, que no le temo al ridículo. ¿Por qué habría de hacerlo? Ya me pasé la adolescencia y buena parte de mi edad adulta temprana mirando con miedo a quien se reía a mis espaldas. Siempre con la paranoia de que yo era el objeto de sus burlas.
¡Pues a la mierda la baja autoestima!
Soy una viejennial muy apañada, aunque no me lo diga ni mi madre. Ella se empeña en que estudie mis defectos corporales y los disimule. Tiene muy buena intención, aunque escasos resultados conmigo. Visto como un fantasma y seguiré haciéndolo. En mi recalcitrante mente me sigo viendo como la jovencita que era. Si asumo mi sobrepeso volveré a la paranioa adolescente. Y no me lo puedo permitir.
Quiero destacar que todos estos trucos de belleza caseros que voy a daros han sido testados en animales de dos patas (osea, yo o algún incauto que se ha dejado desconociendo a qué se exponía) y que no ha habido sufrimiento en exceso.
Seamos realistas, hay gente que ha nacido para sufrir y que se quejan por un tironcito de nada. No es culpa mía que sean unos blandos...
Vamos a ir por orden. Si os parece bien, de los pies a la cabeza.
¡Vayamos!
Uno de los grandes olvidados en el cuerpo, junto con los pobres codos, son los talones. Todavía me dan arcadas cuando recuerdo a una antigua compañera de trabajo en sandalias... Tenía los talones verdes, y no precisamente del desteñido del calcetín, sino más bien, moho, hongos...
Eran como ese limón que se te olvida en el frigorífico después de hacerte unos gin tonic veraniegos con los amigos y que tiras en Navidad.
Para evitar que nos pase algo similar, y ahora que en el Mercadona no queda ni papel higiénico ni cortauñas (que el Sr. Roig tenga la amabilidad de explicarlo, por favor) podemos improvisar una lima para nuestros agrietados pies.
Seguro que tienes una lija olvidada por ahí. Rebusca en la caja de herramientas. Cualquier trozo sirve. Pégalo sobre una superficie dura y lisa. La tapa de esa tartera que se ha quedado huérfana sirve. Y raspa con ella tus maltrechos talones y el dedo gordo, que también tiene una fea tendencia a las antiestéticas durezas. Si tu marido tiene moto y la cuida mejor que a tí, es probable que tenga una lija al agua para limpiar los arañazos de su chica de hierro y volver a repintarlos con amor. Esas son las mejores, pero te arriesgas a un ataque de celos maritales. A los hombres no les gusta compartir las lijas con sus dos chicas.
Afortunadas aquéllas que no tienen celulitis porque ellas heredarán la envidia colectiva del resto de las de su especie.
¡No me digas que no es una crueldad absoluta! La celulitis es una plaga bíblica netamente femenina. Teníamos poco con el parirás con dolor, tener la regla y sus dolores de ovarios, la menopausia y sus sequedades y sofocos. Nos teníamos que quedar con el palmarés completo, incluyendo la grasa acumulada. Y, a veces, la muy cabrona duele. Mucho.
Hubo un tiempo en el que yo miré el precio de todos los tratamientos no invasivos para contar, céntimo a céntimo, si con mi sueldo me podría permitir el capricho. No os estropeo el final si os digo que nunca tuve dinero, ¿no?
Y un día, la casualidad se cruzó en mi camino en forma de ventosas. Sí. Eran unas pequeñas ventosas que con su efecto succionador, y varios usos semanales, prometían una reducción de la piel de naranja.
Yo soy de pata ancha, como los pantalones de campana, y me iba a pasar media vida masajeando mis muslos, así que elucubré cuál sería el utensilio casero que podría hacerme más ligero el trabajo.
¡El desatascador! Es mucho más grande, y bien apretado, se pega como las lapas. Succiona tus carnes hasta dejarte marca. Y todos tenemos uno en casa.
Así que enjuágalo, sobre todo si su último uso ha sido el fregadero de la cocina, y a trabajar esos muslos.
No tienes excusa.
¿Tú no tienes uno en casa? ¿Mueres por una de esas piscinitas en las que nunca se depura el agua y por la que pasan cientos de personas con sus pelillos corporales al aire?
No te preocupes, yo tampoco tengo.
Un año alquilé una casa en la playa con un jacuzzi en la terraza. A mí me daba un asco quepaqué, pero mis hijos no dejaron de utilizarlo ni un solo día.
Cuando salían, los obligaba a ducharse con agua corriente y mucho jabón. Y me costaba. Estaban recién entrados en la bonita edad de la adolescencia.
A pesar de todos mis reparos, hay personas que encuentran un gran placer dentro de un recipiente con agua caliente que hace burbujas. No perdáis la esperanza, podemos solucionarlo.
Si tienes bañera, llénala de agua a la temperatura que desees. Para el efecto jacuzzi, basta con que hayas comprado previamente unas cuantas aspirinas efervescentes, frenadoles y alka seltzer. La pandemia ha dejado las farmacias abiertas. Introduce tu cuerpo en el líquido y, cuando estés sumergido hasta el cuello, echa todas esas pastillas al agua.
Además, si tu piel es tan absorbente como los tallos de las flores, saldrás lustrosa y no te dolerá nada en una semana.
¿Te has quedado sin gomina? ¿Pensabas hacerte una coleta efecto alisado oriental y no hay espuma?
No te preocupes, tengo la solución. Estoy segura de que cuando fuiste a la compra se te olvidó la gomina, pero no la cerveza.
Este truco casero es un 2x1 en toda regla. ¡Apunta bien, marketing del Carrefour!
Abre una cerveza y sirve un poco en un vaso. Mejor si es de boca ancha y poco fondo.
El vaso.
Si has elegido mal a tu marido, las reclamaciones no son aquí.
Humedece tus dedos con la rubia fresquita y pásalos por la zona de tu pelo que quieras. Y con lo que sobra, te haces un aperitivo. Que no hay que tirar nada.
Si tu pelo es rubio (natural) o castaño claro, que sepas que la cerveza, además, lo aclara un poco. Si eres avispada y te la pones a lo largo del pelo, te acabas de hacer unas mechas divinas.
Este encierro está teniendo también algunos efectos secundarios positivos. Mi hermana, que normalmente duerme fatal, dice que ahora la noche le cunde como nunca.
En descanso. De sexo ni hablamos.
El problema de dormir mucho es que te despiertas con la cara como un sapo. Bolsas bajo los ojos y morros inflamados.
Aunque el hielo podría ser un buen remedio, prefieres reservarlo para una emergencia. Hay situaciones que solo se libran con un buen gin tonic.
Como a estas edades, la que más y la que menos ha tenido problemas de superpoblación en la zona anal, las pomadas anti hemorroidales proliferan en nuestros cuartos de baño. Ellas son unas buenas aliadas, no solo para sentarnos sin el flotador de nuestros hijos bajo el culo, sino para reducir las antiestéticas bolsas.
Eso sí, ten mucho cuidado al extenderla, porque si te entra un poco en los ojos te vas a acordar de mi madre en términos escatológicos. Y, recuerda, tampoco te rasques a restregones.
Dicen las malas lenguas que este truco lo utilizan las modelos en la Cibeles Fashion Week.
Ahí lo dejo. Y gratis...
Hay que mantener alta la moral de las tropas. Y a mí los pelos me hacen sentir mal. Aunque no vaya a ponerme unas medias finas o asistir a una piscina, me gusta llevar las piernas limpias de vello.
Ya que no puedo controlar los del bigote, me centro en las pantorrillas.
Si no eres fan de las depiladoras eléctricas ni de las bandas de cera fría, sino que lo tuyo es la cera tradicional, el tirón a lo bestia, acabar pronto y con dolor, tengo la solución.
Hay que volver al lugar donde guardamos las herramientas o las manualidades. Necesitamos ingentes cantidades de cola blanca. Para extenderla, una brocha limpia es suficiente. Y digo limpia para que no termines depilada pero pintada de algún extraño color.
Espera que se seque y ¡arranca! No somos Carlos Sáinz, pero casi. Sin pelos. Y puede que sin piel, pero eso ya es harina de otro costal.
Y hasta aquí mis trucos de belleza caseros. Los que me ha dado tiempo a probar en estas semanas de reclusión.
No espero un aplauso, pero sí un comentario.
Como aún nos queda, seguiré probando y compartiendo.
Si tú tienes el mejor truco y lo has probado en carnes propias (funcione o no), comparte aquí.
Me encantará leerlo.